En esta novena edición, los cuatro principales riesgos son los mismos que hace dos años, pero en un orden ligeramente diferente. La principal amenaza sigue siendo el cibercrimen. La fuga de información, el robo de datos potencialmente sensibles, la suplantación de identidad o los ataques de phishing y ransomware, van a continuar siendo la gran preocupación de la industria.
En segunda posición se mantiene la regulación. El volumen de regulación sigue multiplicándose, y con ellas el riesgo de incumplimiento y de incremento de costes. Muchos de los directivos encuestados creen que estas normativas están frenando la capacidad para innovación y competir de las aseguradoras, empeorando el servicio, lo que pone en riesgo su reputación.
El cambio climático gana peso, y sube un puesto hasta la tercera posición de la clasificación. Preocupa el aumento de la frecuencia y de la severidad de los desastres naturales con impacto en la industria aseguradora y reaseguradora.
El cuarto lugar lo ocupa el riesgo tecnológico, entendido éste como la posibilidad de que las aseguradoras no sean capaces de seguir el ritmo trepidante de la tecnología. Aunque cae una posición, despierta una gran preocupación por los costes de inversión necesarios para modernizar los sistemas informáticos heredados y sustituirlos por otros más avanzados.
En los últimos años, los problemas para captar y retener el talento se han hecho patentes en la industria aseguradora. Como consecuencia, esta amenaza sube del puesto seis al cinco, y es una constante en todas las áreas geográficas del mundo y en todos los segmentos de la industria. Sobre todo, en el área de la tecnología, en un momento en el que el sector se enfrenta a grandes desafíos en la gestión del cambio.
Los riesgos macroeconómicos suben del puesto número diez al seis como consecuencia de la coyuntura económica incierta y de los efectos del fuerte aumento de la inflación. No obstante, el impacto a largo plazo del crecimiento de los precios y la necesidad de controlar los costes, se puede ver compensado por una menor preocupación por la evolución de los tipos de interés (cae del 5 al 8), y que ya está impactando positivamente en la rentabilidad de las inversiones.
Finalmente, la Inteligencia Artificial (número 7) aparece por primera vez en el ranking de riesgos, pero su impacto real vendrá ligado a cómo las compañías de seguros aterricen esta incipiente tecnología en la industria.
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Visión de mercado. Informe sobre el sector seguros
El riesgo que supone la ciberdelincuencia para las operaciones de las aseguradoras es la mayor amenaza a la que se enfrenta el sector en los próximos dos/tres años. En nuestro estudio de 2021, ya lideraba el ranking de preocupaciones, y era la segunda en los informes de 2019 y 2017.
Los encuestados están preocupados por la capacidad de los ciberataques para poner en peligro la continuidad de sus negocios, y que el robo de datos sensibles de clientes -en particular los relacionados con los seguros de salud- tenga consecuencias desastrosas para la reputación de las empresas y del sector en su conjunto. Destaca la creciente sofisticación de los ciberataques, ya que los ciberdelincuentes y otros criminales utilizan una amplia variedad de "vectores" para explotar las vulnerabilidades de los sistemas de seguridad de las aseguradora. Existe preocupación de que la Inteligencia Artificial pueda utilizarse como una nueva y poderosa herramienta por parte de los ciberdelincuentes.
La preocupación por el riesgo regulatorio sigue siendo notable, ya que el volumen de normativas y regulaciones no deja de multiplicarse. Las razones detrás de esta inquietud son conocidas y se concretan en un aumento de los costes de cumplimiento y de la carga de trabajo, y su efecto paralizador en la innovación, el desarrollo de productos y la competencia.
Destaca la entrada en vigor de la IFRS 17, la regulación en materia de distribución de seguros y, más recientemente, la normativa de conducta, entre otras.
Una oleada regulatoria de calado que incluirá, en el corto plazo, la resiliencia operativa digital (DORA) -muy vinculada a los riesgos digitales-, y la futura Directiva de Reporting de Sostenibilidad Corporativa (CSRD).
El riesgo que supone el cambio climático para las aseguradoras se considera ahora uno de los más urgentes a los que se enfrentan. Las compañías de seguros están expuestas a un número cada vez mayor de siniestros a medida que aumentan las catástrofes naturales.
Si en informes anteriores el cambio climático era considerado una amenaza a largo plazo, en el estudio de este año queda patente que ya forma parte del día a día de las compañías, y de la agenda de los reguladores.
A los directivos del sector también les inquietan los riesgos de la transición hacia una economía baja en carbono, y los efectos que esta pueda tener en el futuro en la valoración de sus activos, así como en la cada vez mayor exigencia de reporting en materia de sostenibilidad.
La posibilidad de que las aseguradoras sean capaces de seguir el ritmo de la evolución tecnológica baja un puesto en el ranking, pero sigue siendo muy relevante. Para muchos, el sector asegurador se ha quedado rezagado en el ámbito tecnológico en comparación, por ejemplo, con el sector bancario y el de fondos de inversión.
Uno de los mayores obstáculos para la modernización tecnológica son los costes, particularmente, en un contexto en el que es difícil saber por qué tecnologías apostar y hasta qué punto será posible rentabilizar estas inversiones.
Sin embargo, quizá suponga un riesgo mayor el hecho de que las compañías que no invierten se enfrenten a costes de actividad más elevados que sus homólogas más avanzadas tecnológicamente.
La dificultad de atraer y retener talento necesario se ha colado por primera vez entre los cinco primeros puestos de este ranking. En este caso, la principal razón es la gran dificultad para encontrar el talento idóneo para las actividades relacionadas con la tecnología.
Una de las cuestiones que se plantean los directivos entrevistados es si la industria aseguradora es lo suficientemente atractiva como para atraer el talento que necesita.
Estos retos se plantean en medio de lo que a menudo se ha descrito como una "guerra por el talento". En este caso, no se está hablando sólo de los niveles salariales, sino de si las aseguradoras son capaces de satisfacer las expectativas de las generaciones más jóvenes, especialmente tras los cambios de comportamiento después de la pandemia.