En noviembre se cumplen diez años de la entrada en funcionamiento del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), lo que dio lugar al nacimiento operativo de la Unión Bancaria. El balance de esta primera década del nuevo modelo europeo de supervisión es abiertamente positivo. La actividad del MUS a lo largo de los años ha permitido crear un marco común y armonizado, redundando en última instancia en el fortalecimiento del sistema bancario europeo.
Las cifras no dan opción a la duda. La calidad de los balances de las entidades ha mejorado sustancialmente (el porcentaje de préstamos morosos ha pasado de más del 7% a menos del 2%), los indicadores de capital han engrosado (el CET1 se ha movido del 12,7% al 15,6%) y la ratio de liquidez se ha ampliado (la LCR, el escudo a corto plazo, ha aumentado del 138% al 158%). Desde un punto de vista cualitativo, ha habido, asimismo, avances en materia de gobernanza y de gestión del riesgo.
Todo ello ha contribuido a hacer un sistema financiero más resistente frente a las tormentas (y ha habido algunas bien violentas durante la década). También los bancos han recuperado una rentabilidad sobre el capital de dos dígitos (el ROE se situó en el tercer trimestre de 2023 en el 10,9%, frente al 3,5% de diciembre de 2014), tras muchos años de sequía de beneficios.
La mejora de la cuenta de resultados ha sido provocada, fundamentalmente, por la subida de los tipos de interés oficiales, que ha facilitado el aumento de los márgenes, y ha llevado a muchas entidades, sobre todo en España, a obtener beneficios récord en 2023, con el consiguiente efecto negativo en parte de la opinión pública, que considera que la rentabilidad de la banca es excesiva.
El sector bancario arrastra desde la crisis financiera de 2008 (y su corolario, el rescate de muchas entidades, en su gran mayoría cajas de ahorro) un problema de reputación, que solo se pudo mitigar en parte con su gestión solidaria de la pandemia de coronavirus. El fuerte aumento de los beneficios en 2023 (un 26,8% para las cinco mayores entidades) no ha hecho más que resucitar la controversia, alimentada también en parte por la supuesta justificación que dichos resultados suponen para el mantenimiento del impuesto especial sobre la banca.
Frente a esta corriente de opinión, los inversores creen que la rentabilidad de la banca no es suficiente. Al menos, eso se deduce del hecho de que el precio de la acción de la mayor parte de los bancos españoles y europeos sigue por debajo de su valor en libros, lo cual es un síntoma de falta de confianza en la capacidad del sector para seguir generando beneficios en el futuro. Pese a que en 2023 la cotización de las acciones de los principales bancos españoles subió más de un 25%, solo Bankinter tenía a principios de 2024 un precio por encima de su valor en libros, mientras BBVA se situaba muy cerca del equilibrio. El resto estaba por debajo. En Europa, la situación era aún peor.
Otra forma de medir la rentabilidad es poner en relación el ROE (el retorno sobre el capital) con el coste de capital: se considera que la rentabilidad es suficiente cuando el primero es superior al segundo. Aquí también hay discrepancias, derivadas del hecho de que el coste del capital no es un indicador observable, sino que debe ser estimado en función de distintas variables. Según algunos estudios privados, la mayor parte de los bancos españoles tenían en 2023 una ROE superior a su coste de capital.
El Banco de España respalda esta tesis. De acuerdo con sus estimaciones, ya en 2022 el ROE de la banca española fue del 10,2%, mientras el coste de capital se situó en el 6,3%. En 2023, el supervisor nacional interpreta que el coste del capital subió alrededor de dos puntos (hasta el 8,5% en agosto), pero siguió claramente por debajo del ROE. Sin embargo, los bancos refutan las estimaciones del Banco de España sobre su coste de capital (algunos de ellos hablan de porcentajes del 15% o superiores) y creen que en la mayoría de las entidades el sorpasso del ROE todavía no se ha producido, lo cual indica que su rentabilidad continúa siendo exigua.
Con todo, las preocupaciones de la banca van más allá de la rentabilidad y las valoraciones. En 2023, el supervisor europeo siguió presionando a las entidades financieras en diferentes frentes. El más obvio es el de los resultados del examen anual (SREP, por sus siglas en inglés) que el MUS pone a los bancos europeos, que se saldó con un aumento de los requerimientos mínimos de capital, por la aplicación de colchones anticíclicos en algunos países.
Pero además el supervisor está endureciendo su estrategia de presión. Hasta el momento, su política estaba más basada en la persuasión que en el castigo. A partir de ahora, las sanciones van a jugar un papel relevante. La cabeza de puente de este enfoque más agresivo es la política de sostenibilidad. El MUS está insatisfecho con el ritmo de cumplimiento de las entidades en materia de valoración del riesgo climático y por primera vez ha amenazado a un grupo de ellas con multas diarias si infringen sus obligaciones. Esa estrategia punitiva se puede extender a otras áreas, como la gobernanza, el reporting o la sostenibilidad del modelo de negocio, donde también se han detectado debilidades.
Las continuas referencias a la necesidad de utilizar “todos los instrumentos de la caja de herramientas”, incluyendo por supuesto la sanciones, es la expresión retórica que resume el nuevo enfoque del supervisor.
Santiago Martínez-Pinna
Socio de la Unidad de Regulación Financiera y de Riesgos de PwC España