En particular, señala el informe de PwC, la pérdida de confianza en el futuro puede llevar a adoptar posiciones defensivas y contraproducentes en el largo plazo, como reducir la inversión en el talento o en las nuevas tecnologías y renunciar a afrontar los grandes desafíos de nuestro tiempo, con el consiguiente riesgo de parálisis.
Aunque hay que tener en cuenta que el estudio se llevó a cabo entre septiembre y octubre del año pasado, en un momento económico y político global de elevada incertidumbre, los resultados de la encuesta son claros. El 53% de los primeros ejecutivos globales prevé una desaceleración del crecimiento económico mundial en los próximos doce meses, casi 25 puntos más que el año pasado. En el caso de los CEOs españoles, el porcentaje se eleva hasta el 78%. Las expectativas para sus propias compañías tampoco son mejores. Sólo el 27% (en el caso de los españoles, algo más, el 32%) se muestra muy confiado en una evolución positiva para el próximo año.
Lo cierto es que hay razones para que los CEOs desconfíen del futuro inmediato, ya sea de la economía o de sus propias empresas. Veamos algunos ejemplos:
La suma de todas estas tendencias de fatiga produce en los líderes de los negocios mundiales una enorme sensación de incertidumbre de la que no existen precedentes en las últimas décadas y que puede llegar a afectar a sus decisiones estratégicas.
En particular, señala el informe de PwC, la pérdida de confianza en el futuro puede llevar a adoptar posiciones defensivas y contraproducentes en el largo plazo, como reducir la inversión en el talento o en las nuevas tecnologías y renunciar a afrontar los grandes desafíos de nuestro tiempo, con el consiguiente riesgo de parálisis.
En vez de eso, se debería ver la situación actual como un entorno de cambio que ofrecerá nuevas oportunidades a las empresas. Es momento de que las compañías adopten una estrategia ágil que les permita adaptarse rápidamente a las cambiantes expectativas del negocio. En algunos casos, esto significa cambiar la manera de pensar y de gestionar. En este sentido, el desarrollo de las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, puede ayudar a considerar distintos escenarios de futuro y a tener la agilidad organizativa necesaria para anticiparse a lo que pasa en lugar de reaccionar ante ello.
Estamos en un momento de cambio en la forma en la que se toman decisiones por parte de los líderes y en la que se asigna capital. Se debe hacer de manera más flexible que hasta ahora. Ya que no tenemos certezas sobre lo que va a pasar en el futuro inmediato, tengamos al menos la seguridad de que estamos preparados para abordarlo.
En ese proceso de adaptación al nuevo entorno, el estudio sugiere actuar en distintos ámbitos prioritarios. Por ejemplo, en la capacitación de los empleados de la empresa al nuevo entorno digital (en inglés, digital upskilling). Ya en el informe de PwC del año pasado los presidentes y consejeros delegados coincidían en la necesidad de formar a sus trabajadores y ayudarles a adquirir nuevas capacidades digitales para que las empresas afronten los desafíos derivados del desarrollo de las nuevas tecnologías y de la robotización. Un año después, esa declaración de intenciones parece más un deseo que una realidad, porque solo el 18% del total de los CEOs entrevistados -el 20% de los españoles-, dicen haber realizado progresos significativos a la hora de poner en marcha programas de esta naturaleza.
Un segundo eje de actuación es el de la sostenibilidad, que se debe incorporar como un elemento esencial en la gestión económica (de hecho, es uno de los ítems esenciales de la reunión de Davos). La creciente evidencia del deterioro medioambiental y la paralela toma de conciencia de la opinión pública, como quedó demostrado en la cumbre celebrada en Madrid el pasado diciembre, hace imperativo que las empresas desarrollen una visión de la sostenibilidad integrada en su estrategia a largo plazo. Ese cambio de perspectiva hará posible evaluar sus posibles vulnerabilidades y al mismo tiempo permitirá responder al aumento de expectativas de la sociedad (especialmente de los jóvenes), para que las empresas se comprometan en la lucha contra el cambio climático y la sostenibilidad económica.
En definitiva, nos encontramos en un contexto económico nacional e internacional marcado por la incertidumbre, provocada en gran medida por el cambio de paradigma al que estamos asistiendo, que puede tener una incidencia muy relevante en una economía tan abierta como la española. Nos toca por tanto a los empresarios y directivos pedir a nuestros dirigentes que tengan en cuenta estas circunstancias por encima de momentos o intereses electorales. Las medidas que tomemos ahora marcarán de forma radical la capacidad de nuestra economía de crecer a largo plazo y nuestra potencial como país para reaccionar de forma exitosa ante este cambio de modelo global.